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Crónica de escalera de vecinos

En un tiempo lejano, vivíamos en un edificio de 4500 vecinos en 14 plantas en España. Nuestra población, más grande que muchos pueblos, contenía una diversidad de seres enorme, cada uno con su idiosincracia*  que durante los 20 años que estuve junto a ellos me suministraron miles de anécdotas y experiencias de vida, he de confesar que los llegué a conocer a la casi totalidad de ellos, algunos amé y a otros los odié, pero ninguno dejó de enseñarme algo.
Hoy voy a referir (sin señas que los identifique) una de ellas, que contiene una moraleja que dejo abierta  a la conclusión propia de cada uno de vosotros.

Una familia de ese inmueble, el padre era lo que se podría definir como un “buscavidas”, su esposa (perfecto complemento de él) portaba una pose de dama importante y virtuosa (sin serlo) que solía engañar hasta a los pícaros más avezados del momento.
Un día, deciden pintar el despacho del esposo, para lo que recurren, no a un profesional, si no a un menesteroso que pedía limosna en la puerta de la parroquia.

Nuestra dama protagonista, ataviada de abrigo con fular de supuesto visón, se dirige al menesteroso y le pregunta si está dispuesto a pintar  las paredes de un despacho por una cantidad ridícula de dinero en comparación con lo habitual en el mercado de entonces, (he de aclarar que no tenía intención de pagar al menesteroso, lo sé porque los conocía muy íntimamente, además de ser una costumbre en ellos el de servirse de necesitados, que también son pobres en recursos de reclamación –salvo la violencia, y tampoco es aconsejable que un menesteroso la ejerza con alguien supuestamente adinerado- y fui testigo de sus picardías, y por eso afirmo que no estaba en su ánimo el pagar los servicios, o al menos minusvalorarlos más aún con alguna argucia).

El menesteroso se presenta en el domicilio, valora el trabajo y fijándose bien en la pared, observa una mancha de humedad.
Le dice que necesitará dar un tratamiento a esa mancha, para lo que precisará una solución especial anti- humedades.
La dama le dice que no desea gastar mucho dinero en ello.
El menesteroso con mirada de entendido, le dice que precisa un adelanto de dinero para comprar las pinturas, respecto a las herramientas, pone la suyas a disposición del trabajo para no grabar más el coste, cosa que le parece excelente a la dama en cuestión.
El coste de las pinturas las valoró muy equitativamente el señor menesteroso, y como tratamiento “gratuito” anti-humedades se saca el “pajarito” y comenzó a orinar delante de nuestra dama encima de las mancha, argumentando que es lo más efectivo contra las manchas en la pared, que cuando vuelva de la compra en la tienda del barrio, ya estará reblandecida y se podrá tratar.

Pasadas las horas, escucho una voces e imprecaciones impropias de una dama en el rellano de la escalera, alarmado, salgo a la puerta, y mi vecina (la dama que no para de bramar terribles palabras de venganza y soeces calificativos) me refiere indignada lo que acabo de contar.
El despacho se quedó sin pintar hasta mucho tiempo después…


* idiosincrasia. (Del gr. ἰδιοσυγκρασία, temperamento particular). 1. f. Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad. Real Academia Española


Comentarios

  1. Jajajajajajajaja, mi inestimable amigo, encuentro inapreciable la dulce y humorística ironía con la que retratas a los pícaros protagonistas de esta anécdota, que se sale de lo habitual en tus publicaciones. Me encantó. Yo recién puse un post en el blog Raguniano, después de meses de inactividad, y muy posiblemente lo continúe expandiendo con otros posts alternándolos con los de mi amigo Rafael. Recibe un fuerte abrazo cargado de mis mejores deseos por tu bien y porque siempre seas tal cual eres, auténtico y facilitador de un real progreso.

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    1. Muchas gracias amigo Gustavo, me place que te haya divertido esta historia de unos pícaros que viví en directo. Me estoy pensando en sacar de la memoria algunas anécdotas de la miles de ellas que nutren mi experiencia vital. Teniendo en cuenta que ejercí voluntariado de lazarillo, hasta que dimití con una acción reprobable de ello por culpa del malvado y cruel ciego.
      Un abrazo amigo Gustavo.

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  2. Muy divertido Alberto. Me alegro (obviamente) por la señora. Como se dice en lenguaje de los chavales de ahora, el menesteroso "se la sacó".

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    1. Me alegro de haberos hecho reír un poco con esta historia real como la vida misma; estoy de acuerdo contigo la pícara señora salió mal parada, es lo que se dice: “El alguacil, alguacilado”
      Un abrazo amigo Ivan.

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