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¿Fe o propio interés?

Una pregunta que constantemente me hago cuando me planteo cuestiones de fe, si es por interés propio o no.


Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» 
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.


Estamos acostumbrados en este mundo al marketing de las marcas y sobre todo de los políticos, y desde ese punto de vista, las buenas acciones de Jesús y sus milagros, se pueden ver como una acción de marketing.
Constantemente leemos en los Evangelios “…y ya no podía entrar abiertamente a ningún pueblo, pues acudían de todas partes”
Con esa cantidad de signos que realizó, me parece que tenían el corazón muy duro entonces, hoy día “habría barrido por completo”.

Hoy nos movemos por encuestas, un partido desconocido, con la inestimable ayuda de dos cadenas sectarias de TV, y a pesar de las graves sospechas que recaen en él, lo posicionan en lugar preferente, y ¡SOLO por denunciar lo que todos sabemos y denunciamos desde hace años en privado y en público!
Prometen cosas que todos sabemos de difícil solución, o incluso imposible o no conveniente, y a pesar de todo sube en la intención de voto.
¿Os figuráis si su “mesías” hiciera curaciones de modo público?

Definitivamente, hoy somos más permeables a los milagros aunque solo sean de “atrezzo”.
Por suerte,  los milagros (que existen, y son constantes) los realiza Dios en privado y sin la publicidad  por  medio, de otra forma también se podrían  definir de marketing.

Jesús no quería que se divulgara porque conocía el efecto perverso, la alegría del leproso por compartir “su milagro” hizo que acudieran miles, pero sin fe, solo por el interés propio.

Y el propio interés es algo muy humano, pero es algo no conveniente para el cristiano y el hombre de fe, que debe pedir por los demás, y no para sí, aunque deslicemos una petición propia desde nuestra “humanidad” ocasionalmente.

Todo esto lo afirmo no como erudito (que no lo soy), ni como sacerdote (que tampoco), solo soy un pobre hombre que como el leproso no se resiste a compartir su alegría por su “particular milagro”, y a eso es a lo que me refería cuando afirmaba más arriba “los milagros (que existen, y son constantes) los realiza Dios en privado y sin la publicidad de por en medio”  y un milagro se ha producido en mi propia persona, y os lo vengo contando desde hace varios meses.

Lo mismo digo de otros, que en mi entorno noto, me cuentan en privado y me los comparten, que también son “agraciados por pequeños grandes milagros”.
Esto es lo que alimenta mi esperanza de vida, lo que me hace soportable el sobrevivir en este mundo tan corrompido y lleno de mierda, es la constatación de que no nos ha olvidado, que no estamos solos, y que a pesar de nuestros pecados y los de nuestros “pastores”, nos toma de la mano y nos lleva por camino seguro.

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