Misterio en la casona palaciega
Estimada Alicia, como te prometí voy a relatar lo que
aconteció allá por los años 65 del siglo pasado en Madrid a un adolescente que
trabajaba como chico de los recados.
En la calle de Toledo esquina a la calle San Millán
existía un comercio de zapatos llamado “Almacenes Rivas”, era un comercio
reputado por la calidad de sus artículos, en dicho almacén trabajaba el
protagonista de esta historia, el aprendiz y chico para los recados…
Cierto día una señora pasó a probarse unos zapatos
para una boda o algo por el estilo, una vez elegidos pidió se los mandaran a la
dirección de su sastre, pues quería ver como conjuntaban con el traje.
Nuestro protagonista fue el encargado de cumplir la
solicitud de la clienta, fue a la dirección marcada en una calle del Madrid de
los Austria, casona palaciega de gran portón de entrada, tenía una escalera
amplia de escalones de madera muy desgastados y dos leones rugientes, uno a
cada lado del amplio pasamanos custodiando la subida.
Después de un vistazo al entorno, no vio a ningún
portero o conserje que le impidiera el paso, tras lo cual se dispuso a subir la
escalera hasta el piso segundo.
Cuando había subido un tramo de escalera, escuchó
pasos detrás suyo, miró atrás y no vio a nadie, al mismo tiempo dejó de
escuchar los pasos que le seguían.
Siguió subiendo el segundo tramos de los cuatro, el
seguimiento de pasos continuó al mismo ritmo que los de él, volvió a pararse y
mirar, observando que tampoco había nadie y que también los pasos se habían
parado, pero esta vez si observó como los escalones cedían al peso del algo
detrás de él hasta llegar al tramo donde estaba…
La escalera estaba en la penumbra de un anochecer,
solo débilmente iluminada por una bombilla incandescente de poca potencia.
Puso atención en el efecto de los escalones, al volver
a verlo dedujo que la vejez de los escalones era la causa, su propio peso hundía
el escalón y la madera al recuperarse, hacía el efecto visual de unos “fantasmales
pasos” que le seguían.
Una vez aclarado su misterioso suceso, sonrió para sus
adentros por el sobresalto que le supuso esa misteriosa presencia que le seguía,
no era un joven pusilánime, estaba acostumbrado a defenderse fieramente de toda
clase de agresores, pero no pudo evitar cierto escalofrío por la columna hasta
el trasero, era una sensación que precedía siempre a una tormenta de violencia.
Termina de subir y está ante la puerta, era una puerta
como las de entonces, marco de madera oscura y revestimiento de una especie de
tela embreada como si fuese tela de saco
con goma, con un sonido gomoso al golpearse, algo como pog pog.
Se disponía a llamar, cuando sin explicación se ve
dentro de la habitación, con el paquete en la mano y le dice al sastre, un
señor mayor con una visera en la cabeza, gafas gruesas que estaba inclinado
sobre una mesa trazando líneas con tiza sobre una tela. En la pared unas enormes
reglas de madera y en el techo una gran bombilla solo sujeta del propio cable,
sin lámpara.
-¡Señor, soy el chico de Rivas que vengo a traer los
zapatos!
No le oye ni le ve, cuando va a repetir el mensaje…se
encuentra al otro lado de la puerta.
Sorprendido, mejor dicho estupefacto, se repone un
poco y golpea la puerta con los nudillos, inmediatamente se abre la puerta y el
señor que antes había visto le dice:
-¿Qué quieres niño?
-Soy el chico de Rivas que traigo los zapatos de la
señora X. Responde de manera automática.
-Pasa, te estaba esperando.
Pasa dentro de la habitación, donde ve todo lo que
antes había visto, la mesa con la pintarrajeada tela, la regla en la pared, la
bombilla…
Mientras nuestro protagonista se fija en todo esto, el
sastre vuelve a él y le da un duro de propina diciéndole:
-La señora me encarga que te dé esto.
Vuelve para su casa nuestro protagonista hecho un mar
de confusión, con un duro en el bolsillo como prueba tangible de su recado y
mil dudas bullendo en su cabeza.
Curioso este relato que haces Alberto de un ¿suceso verdadero?
ResponderEliminarComo no hay pruebas, hagamos un ejercicio de imaginación:
1.- Los escalones forman parte del evento de la puerta a mi entender, no son dos misterios como das a entender con el título, no están separados del efecto de paso en el tiempo, al revés forman parte de él, bien la explicación que dio el protagonista, parece verosímil, pero creo que errónea y simplista.
2.- En el caso que te propongo, significa que el bucle en el tiempo comenzó en el momento de subir la escalera, es decir que penetró en ese bucle justo en ese momento.
¿Cuánto tardó en subir ese tramo, dos minutos, 1 minuto? Ese fue el adelanto en el tiempo, por eso mismo observó el ceder los escalones al peso del cuerpo, pero no vio el cuerpo físico por ser él mismo en el mismo tiempo, traspasó la puerta, segundos después se cortó el bucle y apareció en tiempo real ante la puerta, de ahí su confusión. Lo que me asombra es que no quedara el pobre chaval traumatizado.
Sea cierto o no tu relato, me ha gustado como ejercicio de fantasía.
Alberto un saludo
Juan
Estimado Juan te doy las gracias por aportar un nuevo enfoque, creo que puede estar acertada tu explicación, lástima que no podamos hoy día comprobar estas teorías, quizás dentro de un tiempo si este artículo permanece, alguien podría sonreír ante este cándido relato.
EliminarFantaseando me pregunto ¿Si el presunto bucle hubiera sido más prolongado en el tiempo, hasta dónde habría llegado este chaval? Pero me temo que eso queda sin responder.
Un saludo también para ti.
Alberto
Solo quien experimentó alguna vez este tipo de sucesos, puede aceptar que existan fuera del mundo de la fantasía.
ResponderEliminarYo lo creo a pies juntillas... :)
De nuevo, Gracias por contarlo, y por la dedicatoria :)
Alicia.
Estimada Alicia, sé que esto lo compartes de verdad, y efectivamente solo “ciertas” personas y sus experiencias patrimonializan esta fe.
EliminarGracias por participar, y espero te animes a contar tus experiencias (aunque las presentes como relatos de ficción) en un blog para que lo podamos disfrutar todos tus seguidores, en la seguridad que el relatar cosas te ayudan en tu desarrollo personal, pues al ponerlo por escrito te hace ver las cosas en perpectiva.
Un “almabrazo”
Alberto