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Una persona normal como las demás.





Cuando me dedico a observar mi entorno (cosa muy frecuente) constato bastantes veces cosas muy conocidas, hechos, situaciones, comportamientos y sentimientos apasionados que me son reconocibles como propios.

Escucho unas palabras, casi un grito: ¡“mi vida es un infierno”!

Ciertamente yo mismo en bastantes ocasiones he dicho lo mismo.
¿A qué situación solemos referirnos? Pues a situaciones que “se van fuera de control”, como pueden ser el sentir en exceso una pulsión y no poder satisfacerla, como tener sexo, adquirir eso que tantísimo deseamos y no lo alcanzamos, como ese adicto a una droga (aún la más común, el alcohol) y de ese modo podemos ampliar la lista hasta el infinito.

Observo un miedo cerval a perder el puesto en nuestra zona de confort, un miedo a…a tantas cosas que sería muy prolijo enumerar aquí; y todo esto intensamente sentido, o debería decir: padecido, son tormentos del infierno en este mundo. Pienso si el infierno que nos describen en los textos religiosos no es un espejo de éstos mismos, pero sufridos eternamente, (me imagino y me estremezco) una eternidad sintiendo intensamente todos esos deseos y “necesidades” sin poder satisfacerlas nunca, todas al mismo tiempo, o consecutivas en secuencias…y me pongo a orar para llamar a la misericordia en mi eternidad futura.

Pero en el día a día (que afortunadamente solo siento y sentimos solo unos pocos a la vez) he encontrado un método para esquivar el infierno en la Tierra que es nuestro mundo en el que vivimos, o lo intentamos: “el minimalismo”.

Comencé de manera “sobrevenida” a practicar el obligado minimalismo como forma de sobrevivir, hoy ya casi me acerco a la excelencia en esa técnica.
Una vez asumida esa forma de vivir, convencido de su bondad y eficacia (con sus errores) puedo decir que he logrado verme más feliz, y ahora constato en los demás de mi entorno los infiernos particulares que les aprisionan y atormentan.

Trato de compartir con ellos (y éste es el objeto de este blog) mis experiencias, pues como les digo y os manifiesto “yo soy una persona normal como las demás”, he sentido y padecido todos los “tormentos que os afligen a vosotros” y algunos otros me restan por domeñar.

Si reconoces tus “tormentos” su presencia la detectas como el gato del dicho: “gato escaldado del agua tibia huye”, y es una alarma que te ayuda a no aceptar su prisión, (claro que tendrás que aprender a decirte NO a ti mismo primero y a los demás después).

Vivimos, estamos inmersos (al menos en esta zona rica) en un mundo de consumo desaforado, y cuando hablo de consumo excesivo y desaforado, es de todo tipo: bienes, placeres y todo lo que se puede comprar con dinero, (que casualmente coincide con cosas no siempre buenas para alguien).
Es muy difícil (como ejemplo sencillo) el llevar a cabo una dieta baja en calorías, y salir con nuestros amigos de fiesta (y no olvidemos que nuestras semanas tienen fines de semana que en caso extremos comienzan el jueves y terminan el domingo por la noche).

¿Qué te aporta el minimalismo ante éstas situaciones?
Libertad personal.
¿Tiene un coste esto?
Por supuesto, no voy a engañaros diciendo que es una “suave cuestita de nada”, cuesta mucho esfuerzo, pero es mayor el beneficio que encuentras.

Si eres creyente, la austeridad y la sencillez de vida te ayudará en tu caminar hacia el Reino de Dios.

Si no eres creyente, también a ti te sirve, pues serás feliz mientras dures en este mundo (pues no tiene sentido alguno que te atormentes durante lo poco que te queda de existencia, pues no dudes que te va a resultar poco, o demasiado si estás “atormentado” por tus ansias y deseos incumplidos o imposibles de cumplir).
Conozco a un hombre y a una mujer que están atados al terrible tormento de la droga, pareja de éxito en su tiempo, él y ella han caído en ese pernicioso vicio desde su anterior vida llena de éxito, trufada de festejos y derroche, hasta que alguien le dijo que no conocían el llamado “beso de Dios” (en referencia a la heroína) ya ellos tomaban y fumaban otras, pero fue éste “beso” el que los precipitó en el mismísimo infierno en la tierra, que resultó que ese “beso de Dios” era “otro” el que se lo daba.
El otro día me los crucé en un parque durante mi matinal paseo, quedé estremecido por el encuentro, los dos seres más deteriorados física y moralmente que he visto en mucho tiempo, se estaban reprochando alguna cosa de su vida en común, cuando comenzaron los gritos y los golpes que alarmaron al entorno…


Recuerda mis lemas favoritos en el minimalismo: “No ansíes lo que no puedes tener y NO necesites aquello que te puedan quitar”.

He constatado que básicamente los incumplimientos de estos dos lemas son la causa mayoritariamente de la vida desasosegada y atormentada de los “vivientes”.

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