Una historia real de pobreza vergonzante con final feliz.
Me encuentro entre las manos
con un cuaderno escolar de mi niñez que aún guardo, todavía conserva el olor,
un olor reconocible que me retrotrae a 50 años atrás…
Sus cándidos dibujos, su
caligrafía todavía no formada, se ofrecen a mi vista con vida propia…Casi me
parece oír el chirriar de la tiza en la pizarra.
Aquel verano con su Sol
andaluz y sus campos agradables a la vista…mi falta de obligaciones como niño
que era, se prestaba a la molicie y la vagancia…
Mis padres no creían que
fuera conveniente para mi desarrollo este estado, decidiendo ponerme un maestro
de apoyo para que pudiera presentarme en septiembre más preparado, para lo cual
contrataron a un señor que al parecer fue marino mercante y que se mostró disponible
a ello.
Le mencionaré con su nombre
real, omitiendo más seña identitaria a fin de respetar su memoria…
Se llamaba José.
Hombre menudo y fibroso de
pelo rubio oscuro canoso, embutido en un traje de color indefinido, limpio pero
muy gastado por el uso, gastaba camisa y corbata y un chaleco de tres botones
con bolsillos a ambos lados.
Calzaba unos gastadísimos
zapatos…
Comienza con un trato
exquisito a plantearme un examen previo para conocer mi nivel, para
posteriormente comenzar sin dilación con las clases…
Todavía tengo presente su
caligrafía, menuda y cuidada que solo una vez me he encontrado con otra igual y
fue en una monja.
Llevábamos 15 días de clase,
cuando un día no se presentó, no mandó recado alguno…
Al siguiente día de no
presentarse ni saber de él, mi madre extrañada por tener un concepto de
caballero a Don José, supuso que algo le habría sucedido…
Al tercer día, no lo soportó
y tomándome de la mano, se fue a buscar el domicilio de mi maestro…
Era la zona más humilde de mi
pueblo, allí señalaron una casita baja donde vivía ese matrimonio. Nos
encaminamos hacia la casita, llegando a la puerta, tocó mi madre con los nudillos y pidió permiso como se hacía en
mi pueblo: La paz de Dios sea con ustedes… ¿Se puede pasar?
Una voz temblorosa y muy
débil, apenas audible dio su permiso de entrada…La puerta estaba sin cerrar el
pestillo, pudiendo franquear el dintel de la puerta. Allí en la penumbra, solo
alumbrado por la luz de la puerta abierta, pudimos ver una estancia
completamente vacía, salvo una cocina apagada de leña en un rincón una silla de
madera con asiento de enea y una sola cama de matrimonio donde yacían dos
personas tapadas por andrajos…
Mi madre se sobrepuso a la
visión de extrema pobreza y preguntó que les ocurría…
Yo no salía de mi asombro,
como niño de pueblo había visto mucho ya en mi corta vida, pero nada tan
extremo en unas personas como aquellas.
Llenos de vergüenza
confesaron lo obvio, se estaban muriendo de hambre, habían vendido todo lo
vendible salvo la cama de matrimonio y ya no le quedaba nada que vender.
Su sentido de la dignidad les
impidió dar señales de su posición y menos el recurrir a la limosna…
Y el resultado de ser un
pobre vergonzante era que se estaban muriendo de hambre.
Terminada la encuesta mi
madre, me tomó otra vez de la mano, esta vez la noté tensa y me agarraba con
fiereza…casi me hacía daño…
Entró en una tienda cercana y
compró algunos alimentos, legumbres, aceite, huevos y pan –hay que tener en
cuenta que éramos pobres y no disponía mi madre de mucho dinero, posiblemente
se lo gastó en ese recado…
Regresamos con los alimentos
y rogándoles aceptara la ayuda les dijo
que trataría de buscar solución a su problema.
Se turbaron mucho y así se lo
hicieron saber a mi madre, no quería que se les diera publicidad…estaban
dispuestos a morir de hambre antes de publicitar su estado.
Con la promesa de mantener el
anonimato, aceptaron la gestión de mi madre…
Existía una emisora de radio
local, humilde como correspondía a aquellos tiempos de crisis económica,
atendida por muy pocas y voluntariosas personas del pueblo, entre los que
brillaba con luz propia un locutor cuyo nombre no recuerdo, pero no importa,
esta no es una historia de nombres propios, es una historia real como la vida
misma donde los protagonistas viven, sufren y mueren en un tiempo donde de
manera anónima dan lo mejor que tienen, su solidaridad y su honradez sin
contraprestación ninguna.
Como digo, este locutor, que
era un conocido de mi madre a la que respetaba de manera enorme por la calidad
humana de mi madre, quedó impresionado por lo que le contó, y respetando el
anonimato realizó un llamamiento por la emisora con un éxito de audiencia
enorme.
Se volcaron en el pueblo en
ayudas alimenticias a través de Caritas local, que entregaban a través de mi
madre los primeros días las viandas para respetar su anonimato, que una vez
vencida la vergüenza de los asistidos, pasaron a ayudarles por los canales
habituales.
Aquel matrimonio reaccionó
como esa planta mustia y en periodo de sequía… se le riega y renace de manera
espectacular…
Hasta aquí lo previsible, lo
esperable, pero todavía no es en mi opinión lo milagroso…
Eso vino después…
Resulta que este matrimonio
tuvo una hija que casó con familia importante y no tenían contacto con ella
desde hacía años…
Ignoro por que canales tuvo
conocimiento que en el pueblo un matrimonio se estaba muriendo de hambre y todo
el escándalo social que trajo consigo…
El caso es que se presentó en
el pueblo e interrogó al locutor por la identidad de esas personas.
Éste le negó el conocimiento
por respeto a lo pactado con mi maestro y mi madre.
Ante la insistencia de esta
persona, le dijo que se identificara fehacientemente para poder juzgar la
conveniencia de saltarse el pacto…
Dado los nombres y apellidos
y la documentación necesaria, y dado que comprobó que era su hija, la acompañó
al domicilio de los padres…
Lo que sigue ya no soy
testigo, solo puedo referir lo que escuché, pues a mí, como niño nadie me decía
nada, solo yo escuchaba y observaba que era lo único que a los niños –y no
siempre- nos estaba permitido.
Tengo entendido que el
encuentro entre los renacidos y paupérrimos padres y su hija fue de lloros y
moco tendidos…
Y el final es que la hija
arrepentida de la separación con sus padres, los cuales habían caído en tan
lastimosa situación, se hizo cargo de ellos y creo entender que fueron felices
y comieron perdices…
HISTORIA PRECIOSA
ResponderEliminarno entendi XD esta algo aburrida
ResponderEliminarSi tienes a bien decir qué no has entendido, puedo intentar resumirte o explicarlo mejor.
EliminarEs cualquier cosa, menos aburrida, es la historia real de cómo una persona por vergüenza puede llegar a morir de hambre, y como la actitud misericordiosa de mi madre salvó dos vidas.
Me encantó... Gracias por compartir!
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado...Un saludo!!
EliminarHermosa historia!... Como la vida misma!
ResponderEliminarGracias por tu valoración, han pasado muchos años ya y tengo esa historia muy fresca en la memoria aun.
EliminarExcelente tu relato. Hoy, sin embargo, hay pobreza sin dignidad ya que bajo ese estandarte delinquen y matan. Un saludo. Y gracias
ResponderEliminarGracias por participar.
EliminarLa dignidad, igual que el honor es patrimonio de los honrados y los dignos, que haberlos, los hay.
No todos lo ricos en dinero son ricos en dignidad ni en moral, que algunos en eso son muy pobres, de ahí el dicho popular: "Es un hombre muy pobre, solo tiene dinero".
La pobreza en bienes no da dignidad, ni todos los pobres en bienes son dignos por esa condición, don Benito Pérez Galdós nos ilustra al respecto en varias novelas costumbristas donde salen los pillos de estatus "pobre en bienes" que usan esas artimañas y algunas más para llevarse un miserable diezmo al bolsillo.
Sucede que entre las personas dignas se suele dar el fenómeno de la pobreza vergonzante, y generalmente su problema es mayor precisamente por eso mismo.
Si me lees en el blog, leerás que yo también he pasado por cosas similares, es una dura prueba que el que no la pasa no sabe su saldo cual es en dignidad, riqueza y moral.