Experimento vital II
Cuando
caminamos a oscuras o sin luz que nos indique el camino, andamos, tropezamos y
a veces acertamos; pero no nos produce las mismas sensaciones que cuando lo
hacemos conscientes y seguros del camino, pues hasta de los tropiezos disfrutamos.
Si
en el pasado, hubiera sido consciente del por qué y del cómo de lo que estaba
haciendo, mi disfrute habría sido enorme.
Sí
fui consciente durante bastante tiempo, del “hacer” de mi Ángel, conmigo y
contra mí, hasta llegué en un alarde de generosidad, a avisar a mis agresores del peligro a que se
exponían tratando de dañarme gratuitamente, -por supuesto que no me dieron el
mayor crédito- y por ese mismo motivo, fueron severamente corregidos, lo mismo
que multitud de veces lo fui yo mismo por el mismo motivo.
Tiempo
después de ese periodo de “gracia” el mundanismo en que me sumergí, ahogó la
labor de mi “Ángel”, a veces creo que lo aburrí con mi contumacia en el error,
o simplemente me dejó ante mi sensación de autosuficiencia, de soberbia en
definitiva.
Los
tiempos en los que serví claramente de instrumento contra el mal del entorno,
parece que pasaron de capítulo. Entré en un periodo oscuro, solo asistido por
mi autosuficiencia y mi soberbia, mis errores se incrementaron, los fracasos se
hicieron habituales y nada me salía bien. Mis agresores ya si eran efectivos en
sus ataques, me esclavizaron y humillaron hasta extremos insoportables, haciéndome
agradable el morir.
Cuando
estaba abrumado por el mundo y por el reinado de su príncipe en mi vida, cuando
tenía medio cuerpo en el infierno de la tierra, tuve los reflejos de -con mucho
dolor y lágrimas en los ojos- dirigir una súplica, pedir un perdón y expresar
mi arrepentimiento por las blasfemias emitidas, y terminé expresando mi sumisión
a Su Voluntad para conmigo.
De
momento no noté efecto ninguno (salvo paz interior por haberme arrepentido) y
seguí tratando de sobrevivir…
Bastante
tiempo después, tras un lento revivir, vuelvo a sentir la presencia de mi Ángel
conmigo, ahora soy muy consciente de ello, me gustaría que se hiciera visible a
mis ojos humanos, pero solo es visible a los espirituales, también me placería
el escuchar su voz, pero esa solo la siento en mi corazón.
Consciente
como soy de esa “tutela” que no pienso defraudar, camino y observo sus signos y
señales, gozo sabiendo que siempre son acertadas (si las interpreto
correctamente, pues sigo teniendo el don del libre albedrío) solo le pido que
tenga en cuenta que soy un poco “burro” y sea lo más explícito posible.
Incluso
estoy utilizando ese conocimiento como herramienta para conocer lo acertado o
equivocado de las actuaciones del mundo en el que convivo. Esto me marca las “líneas
rojas” que no traspasaré, por muy bien “envueltas que me las presenten”.
En
uno de nuestros “diálogos íntimos” me inspiró unas normas y mensajes
personales, que son mi brújula para entender el modo de vida, las he
fotografiado y las tengo siempre en mi pantalla del ordenador y del teléfono
para no olvidar su exacto sentido, solo os pongo una de ellas que me recuerda a
nuestra principal oración: “Mi palabra es tu guía y mi voluntad la tuya.”
A
ella me atengo como guía y Su voluntad es mi voluntad.
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