Mi propio “cuento de Navidad”
Hemos salido del
maldito halloween y entramos en los fastos de diciembre a los que la sociedad
todavía llama navidad, aunque pervierte su sentido auténtico.
Me voy a google
y tecleo la palabra navidad en imágenes, me sale esto:
https://www.google.es/search?q=navidad&client=firefox-a&hs=NuY&rls=org.mozilla:es-ES:official&channel=sb&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ei=n1JjVLqpF5DfaMC0gsgO&ved=0CAgQ_AUoAQ |
Solo
varias páginas más, empiezan a aparecer tímidamente, unas pocas imágenes tradicionales
de portales de Belén y pastorcitos.
Después
tecleo la misma palabra en la RAE
y sale esto otro:
Comienzo por el
principio:
Nunca tuve un
portal de Belén en mi casa, solíamos visitarlo en la parroquia del barrio o en
la casa de unos familiares que disponían de uno enorme, que abrían al público
desde hacía muchos años, el cual cada año incrementaban con nuevas figuras y
edificios.
Me llamaba la
atención que los mayores jugaran con figuritas que nos impedían tocarlas, o
crearan falsos ríos y molinos.
A una pregunta
mía, mi madre me tomó en sus rodillas y me contó una historia de hace
muchísimos años:
Según estaba
escrito en unos libros muy antiguos, escritos por hombres que los llamaban
profetas, éstos eran unos hombres que usaba Dios para darles mensajes a los
hombres de entonces, en ellos se decía que nacería de la estirpe de David un
Mesías que salvaría a los hombres de sus pecados.
Mucho tiempo
después, nació ese Mesías al que sus padres José y María pusieron el nombre que
quería Dios, y fue llamado Jesús, y nació en Belén, un pueblo de Judea, y fue metido en
un pesebre pues su padre José no encontró sitio al estar ocupados todos los
sitios de dormir personas.
-¿Ese Jesús que
nació es el niño al que rezo yo por las noches? Pregunté a mi madre.
Si, el mismo.
-¿Esos reyes que
hay en el Belén, quienes son?
Son los reyes
magos, que fueron a adorarlo y le regalaron oro, incienso y mirra.
-¿Y por qué no le
regalaron juguetes, en vez de esas tonterías?
Pues no lo sé yo
tampoco, respondió mi madre.
Me quedé
pensando en ello, tenía muchas preguntas, pero quería ir a jugar ya.
Esa Noche Buena,
como casi todas la siguientes, cenamos un poco mejor que de ordinario, tomamos
castañas asadas en la lumbre y comimos dulces de navidad que mi madre había
comprado, mientras cantábamos villancicos al son de panderetas y zambombas, construidas
por mi padre meses antes en sus ratos libres, que eran muy escasos.
A la noche del
día siguiente, ocurrió un suceso, que ya forma parte de mi propio cuento triste
y dulce de Navidad.
Es noche
cerrada, sopla un aire de ventisca y mi padre asegura las ventanas como hacía
siempre que había ventisca.
Mi casa era una
casona labriega que mi padre compró, y la dedicó a tahona y vivienda propia,
dos alturas y dos patios, pozo de agua propio, no disponíamos casi nadie de
agua corriente y las personas se abastecían de pozos artesianos privados o
públicos.
Llaman al portón
repetidas veces, mi padre se asoma a la ventana para ver quien era, la
precaución era entonces una saludable costumbre, dado que era noche cerrada;
vio a dos personas, una de ellas parecía portar en los brazos un bebé liado en
ropa, la otra persona parecía un varón. Abrió la cancela y preguntó qué es lo
que deseaban.
No sé lo que
hablaron, pues mi madre nos había llevado al interior de la casa a mi hermanito pequeño y a
mí.
Se presenta mi
padre en nuestra cocina comedor con los recién llegados, él es un “moro” y ella
una “mora”* a juzgar por sus vestimentas.
Dicen venir de
Tánger, y están en tan mala situación, que reclaman ayuda urgente, pues dicen
que llevan sin comer ni dormir bajo techo muchos días.
No disponen de
bienes, solo tienen lo que llevan encima, y lo que más les preocupa es su bebé
de semanas.
Les dan de cenar
mis padres y les dejan un sitio para dormir al lado del fuego que no se apagará
en toda la noche, esa noche había como digo una gran ventisca de viento y
nieve.
Nos fuimos a
dormir ya tarde.
El día siguiente
amaneció completamente nevado, el nivel de la nieve alcanzó los 70 centímetros de
altura, en esas condiciones no era prudente que los acogidos reemprendieran su
camino, y de ese modo se lo dijeron mis padres de mutuo acuerdo (les escuché
hablarlo).
Las nevadas en
mi pueblo entonces, duraban semanas a veces, alternadas con heladas, con el
efecto de helarse la anterior nevada, de suerte que las nieves nos duraban
hasta el mes de junio.
En esos días los
invitados repusieron sus fuerzas y ánimo, el varón moro le dijo a mi padre que
era especialista en fabricar pan vienés, mi padre no podía contratar a nadie
más, pues era pobre en dinero, pero le dijo que le facilitaba el uso de horno,
las máquinas y herramientas para que fabricase su pan vienés, lo vendiese y se
quedara las ganancias de ello para su provecho, para de ese modo poder
reemprender su vida.
De ese modo lo
hicieron, no tuvo demasiado éxito en mi pueblo, y decidió ir a otro sitio a
intentarlo, se despidieron de mi padre con un gran abrazo y marcharon…
Pasado un tiempo
que no recuerdo si fue mucho o poco, mi padre vino de un recado con el
semblante muy triste, con los ojos húmedos, se lo contó a mi madre que le
interrogó por su semblante triste, cuando se lo dijo, mi madre se metió en la
cocina y se puso a rezar y llorar…
El hombre moro,
había muerto.
En cada Navidad,
no puedo dejar de acordarme de este suceso, que estoy seguro se estará
repitiendo en otros lugares, por eso mismo la Navidad es para mí un
conjunto agridulce, el sentimiento que me asalta es de alegría por el
nacimiento de Jesús, nuestro Señor y salvador, pero me entristezco al pensar en
la vanidad de la sociedad que ha trivializado este acontecimiento con símbolos
idólatras de dinero y consumismo, sin acordarse de qué es lo que debemos
celebrar, nada menos que el nacimiento de Dios hecho hombre de manera humilde, “vino de una
forma humilde y silenciosa como el hijo de una doncella nazarena, sin hacer
ruido, sin llamar la atención. En pobreza y como el último de nosotros.”
Cambiemos el sentido paganista de consumo que nos quieren inculcar, sin dejar de consumir el que pueda, que nuestras compras tengan un verdadero sentido de amor al prójimo, demos y contagiemos gratis por medio de nuestros regalos, el amor que representa la natividad del Señor, que nuestros regalos sean un regalo de amor auténtico sin contraprestación ninguna, desde la humilde carta de buenos deseos hasta el regalo más vistoso, que todos representen nuestra alegría por el nacimiento de nuestro Señor y no otra cosa mundana y perecedera.
Os deseo de todo corazón una alegre y feliz NAVIDAD y un próximo año nuevo donde tengamos una oportunidad más de arreglar lo que hayamos hecho mal.
Cambiemos el sentido paganista de consumo que nos quieren inculcar, sin dejar de consumir el que pueda, que nuestras compras tengan un verdadero sentido de amor al prójimo, demos y contagiemos gratis por medio de nuestros regalos, el amor que representa la natividad del Señor, que nuestros regalos sean un regalo de amor auténtico sin contraprestación ninguna, desde la humilde carta de buenos deseos hasta el regalo más vistoso, que todos representen nuestra alegría por el nacimiento de nuestro Señor y no otra cosa mundana y perecedera.
Os deseo de todo corazón una alegre y feliz NAVIDAD y un próximo año nuevo donde tengamos una oportunidad más de arreglar lo que hayamos hecho mal.
El entrecomillado es de http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/comentario-homilia/hoy
*moro,
ra.
(Del lat. Maurus).
1. adj.
Natural del África septentrional frontera a España. U. t.
c. s.
4. adj. Se dice del musulmán que habitó en España desde el siglo VIII hasta el XV. U. t. c. s.
Muchas gracias, hermano Alberto. Gracias por tus sinceras reflexiones.
ResponderEliminarSoy Eva, amiga en común con Declan.
Un fuerte abrazo.
Gracias a ti por tus palabras estimada hermana Eva.
EliminarUn abrazote