Libertad y nuevas tecnologías.
Este verano un
evento me ha llevado a volver a reflexionar sobre una actualidad que parece muy
moderna, pero que ya observé y viví en la década de los años 80.
Quiero comenzar
dejando claro que no considero nada perverso (o casi nada), que lo perverso es
el uso que se haga de ello.
Todos estamos
habituados a ver en nuestro entorno grupos humanos absortos en sus teléfonos
inteligentes, a algunos aún nos llama la atención esto, incluso yo mismo he
sido testigo de un accidente por estar absorto en el aparato y no advertir el
peligro y hasta caer en él, afortunadamente solo hubo daños en la dignidad de
la persona que se vio expuesta a “una caída cómica” ante la vista de los que no
estábamos mirando “nuestro teléfono”.
Descartes & nuevas tecnologías = nuevo apartheid
Puede parecer
dura esta ecuación, pero voy a explicarme:
1º vamos a
definir que entiendo por apartheid, según la Wikipedia, el apartheid
en teoría, consistía básicamente en la división de los diferentes grupos
raciales para promover el “desarrollo” y los clasificaba y los colocaba por
razas: blancos, negros, chinos y otras razas.
En, o con las
nuevas tecnologías, reproducimos el mismo efecto práctico: nos organizamos en “círculos” afines o grupos de discusión.
Con el efecto de
acabar compartiendo solo con los círculos cerrados de nuestra “raza”, aunque
sea una “raza” solo de afinidades, dándose el “descarte” de los otros, (como
ejemplo el evento que me inspiró la reflexión).
Acuden a un
evento diferentes personas de diferentes estatus sociales, culturales, edades
y diferente grado de parentesco, yendo
desde el parentesco directo hasta el de la simple amistad de trabajo.
El evento
permite franjas de tiempos de libre elección, y es cuando este heterogéneo grupo,
se organiza según la voluntad del líder del momento, sin la previa planificación
y consenso asambleario, partiendo de una premisa dada por el principal
dirigente, acuerdan quedar a comer en un sitio determinado, con una
concentración previa, a una hora prefijada, dado lo cual, cada uno va a su
habitación a refrescarse y cambiarse de ropa.
Hasta aquí lo
normal, pero surge el líder espontáneo (desconocido) que induce a un grupo
próximo a saltarse la cita de la concentración prefijada, y el único sistema de
actualización es el empleo de un
whatsApp.
Llega la hora de
la concentración, surge el problema: “las personas que no disponen de whatsapp”
no se enteran del cambio, mientras, los “guaseados” están en plena fiesta y
comandan a un “sufrido” voluntario que
vaya a recoger como “coche escoba” a los descartados por el “guasap”.
Este hecho se
reproduce varias veces durante las 72 horas siguientes del evento, variados
cambios de programa, de sitios y de celebraciones (todos ellos “guaseados”),
cuando un personaje, discrepa de los modos de comunicar los constantes cambios,
dado que no dispone de “guasap” una persona (bien intencionada) replica con una
candidez intolerable: “¿pero quién no tiene “guasap” hoy día? A la que se le tuvo
que recordar que “hoy día” existen personas pobres, sin conocimientos ni tecnología,
ni medios para disponer de ellos, y que no se les debe marginar por ello”.
En este caso en
concreto, se produjo un “apartheid” por medios tecnológicos, donde los que no
disponía de esa tecnología, quedaron marginados de las decisiones, consultas u
opiniones al respecto, con una ausencia casi generalizada de empatía con los
que no disponían de “guasap”.
¿Los apóstoles
de hacer y practicar política con el uso de nuevas tecnologías tienen en cuenta
este factor determinante, o ya descartan de antemano a esos “nuevos apestados
tecnológicos”?
¿Para ser un
“ciudadano homologado” y respetable, se tiene que estar en todas las redes,
foros y herramientas novedosas, porque de lo contrario estarás marginándote?
Están abriendo
una brecha tecnológica en nuestra sociedad, están creando un aparheid
tecnológico que tendrá efectos perversos.
Pero aún
llegaron a más, dentro de los “guaseados” crearon un círculo más íntimo, y
desde ese “círculo” de iniciados se erigieron en tele manipuladores del resto,
y los “comunes empezaron a sentir “el descarte” de los círculos “superiores”.
Vuelvo a
reiterar que nada es perverso, es “el cómo lo hacemos, lo perverso”.
Este sistema
de “apartheid” tecnológico ya lo
experimenté en los años 80, fue con los sistemas de mensajería electrónica.
Lo mismo que
ahora, se le revistió de innovación con particularidades específicas que darían
LIBERTAD y casi la felicidad inmediata a los usuarios.
Hoy son muchas
las loas que se le hacen al nuevo sistema de mensajes, entonces también lo
revestían bonito y muy útil.
En aquellos
tiempos, nos reunió nuestro jefe de línea y nos dijo que nos donaba la compañía
una nueva herramienta que nos haría más libres y felices como efecto colateral,
que la compañía se había gastado una cantidad del presupuesto muy significativa
para conseguir que nuestro departamento fuera moderno, puntero y eficaz, nos
presentó con gran pasión un pequeño aparatito, negro y no más grande que una
cajetilla de tabaco, tenía una pantallita que reproducía texto alfanumérico.
Además, todo
aquel que lo usase, dispondría de un incentivo económico importante como
complemento salarial, con la única condición de mantenerlo en todo momento
operativo.
Otra cosa que
nos “vendieron” como un incentivo más, el poder estar en casa haciendo algún
trabajo de oficina mientras no recibiéramos una llamada de aviso presencial.
Dado que el
colectivo eran “soporte técnico” en clientes, la posibilidad de viajar eran
grandes, por lo que siempre portaban una maleta con lo necesario, (les llamaban
“pilotos” por lo que viajaban).
Solo una persona
rechazó el aparatito, lo segregaron del equipo y pasó a formar parte del
laboratorio.
Como pareció que
les pilló con el pié cambiado, el jefe de línea volvió de nuevo en otra
reunión, esta vez avisó que no se admitirían más rechazos, que el que lo
hiciera pasaría voluntariamente a “disposición de RRHH”.
Al año
siguiente, quitaron el incentivo económico por usarlo.
Tras una breve
“luna de miel”, los usuarios del aparatito, ya no estaban tan felices de “haberse
conocido”, ese sistema de mensajería resultó una cadena esclavizante.
WhatsApp es una
ilusión también, creen las cabalgaduras que son ellas las que llevan las
riendas.
Una de las maneras de esclavizar al pueblo es hacerlo dependiente de
la herramienta “guasap”.
Hasta tal punto
es de este modo, que su ausencia produce terror y ataques de histeria su mal
funcionamiento o la ausencia de señal.
Ya me apercibí
del fenómeno “guasap” y escribí una pequeña entrada de “guasa” a cuenta de la
que se armó con el famoso ·tic” azul de mensaje
recibido y leído, para leer esta entrada
Decía: “se ha montado la “parva” por la
iniciativa de Whatsapp del doble check azul.
Esta iniciativa,
que ha sido calificada por encuestas callejeras de intromisión en lo privado.
Lo que les ha “jodido” es que se les cae el velo de la falsedad e hipocresía,
ya no podrán decir: “Pues no me ha llegado” o “No lo he leído” con lo que se
les verá claramente los ninguneos.”
Tuve claro que a
la compañía le movió un motivo económico muy fundado, que fue muy rentable el
sistema implantado no tuve duda ninguna, dispusieron de un colectivo totalmente
operativo y cumpliendo el lema “Just in time”
gracias a la mensajería usada, tuvo un coste y unas plusvalías, Whatsapp tiene un coste que lo soporta la compañía,
ninguno aparentemente el usuario, ¿Hay plusvalías? ¿Cuáles son y quién las
aprovecha?
El tiempo me lo
dirá, pues ahora no las veo, sí veo de manera clara que con la antigua mensajería
usaron el poder coercitivo de los RRHH y la demanda y oferta de empleo, pero
con Whastapp solo percibo la total y absoluta dependencia hacia esas nuevas
tecnologías, cuya dependencia en no pocos casos son ya casi irreversibles,
¿Será el aprovechamiento de esa adicción las plusvalías buscadas?
¿Qué fue os
preguntareis, de aquel colectivo, poseedores de la cadena electrónica?
Os lo puedo
contar, pues el “maestro” tiempo me lo ha mostrado: La compañía dio un nuevo
paso adelante, ya no le eran rentables las estructuras montadas, sí le seguían
siendo necesarios los “soportes técnicos”, les cedió estructuras y los
servicios a clientes finales, convirtiéndolos en lo que ahora se llama “falsos autónomos”
a los mencionados colectivos, siendo éstos los que se pagan sus impuestos y
seguros sociales, siguen atendiendo los soportes de la compañía, pero ya con
los gastos por su cuenta, recibiendo pagos por servicios prestados sujetos al
criterio cambiante de los clientes y de la propia compañía.
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