Arma letal
Hoy me he
levantado con un dolor punzante en la espalda, lo achaco a un “gas” interno que
anda presionando en busca de salida (que espero que la encuentre pronto).
Los olores como el resto de sensaciones del cuerpo (incluido el dolor) nos retrotraen
a periodos pasados donde sufrimos parecidas sensaciones, éste hoy me retrotrae
a un pasado lejano ya, los 18 años recién cumplidos, cuando me incorporé al
departamento de cerrajería de una empresa multidisciplinar.
Era yo por
entonces un joven dispuesto, pero blando de músculo, dado que el único deporte
que hice fue el jugar en el barrio con los niños, y mis trabajos anteriores
fueron menos exigentes con esta necesidad de músculo.
Me asignan como
ayudante de un hombre de aspecto simiesco, de largos brazos y occipucio plano
(era una característica muy repetida esta del occipucio plano) era un tipo muy
productivo, al que apodaban “el hombre máquina” (de ahí su apodo), se decía que
donde había un duro hasta el pellejo se dejaba por conseguirlo.
Es curiosa la
percepción de la gente para los demás, les
suelen medir con su propia vara, esto le lleva a equivocarse bastante.
¿Acaso sabían de
las necesidades económicas de aquel hombre?
¿Conocían de
antemano sus problemas personales?, el hombre maquina vestía pobremente y no
tenía ningún signo de lujo como un buen reloj o unos buenos zapatos. También
podía ser que sufriera algún tipo de anomalía mental, tal que una avaricia incontenible…
pero esto ya son especulaciones que no podemos probar, creo que posiblemente
eran crueles e injustos con él.
Me asignan como
su ayudante como he dicho, trabajo fino, teníamos que enderezar varios camiones
de vigas doble T de 150mm.
Me ordenan que
vaya al almacén y saque un porrillo de 9.
El hombre del
almacén me entrega un mazo de esos de romper aceras.
- ¡Oiga le he
pedido un porrillo de 9! le reclamo al tío del almacén.
- Esto es un porrillo de 9.
Miro el mazo y
pone: tara 9 kilos.
Me largo con el
mazo, cuando estoy en el tajo se lo largo al oficial y le digo:
-Tenga, el
porrillo que quería.
- No, ese es
para ti, donde yo golpee con mi martillo, golpea fuerte con el tuyo.
El oficial
golpea la viga con un martillo pequeño que no debía de pesar más de 300 gramos y yo golpeo
con el mazo.
- ¡Mas fuerte
niño!
- ¡No puedo mas!
exclamo extenuado.
Seis horas más
tarde (o dos camiones de vigas más tarde), apenas tengo fuerzas para sonarme la
nariz.
El mazo aquel,
al golpear la viga, rebotaba y subía a veces sin control yendo a parar a mi ya
castigado hombro, agravando el problema.
El castigo duró
tres días, no lo debí hacer lo suficientemente mal, puesto que seguí de
"machaca" de aquel animal.
Sobre-montantes,
puertas, dinteles y soldaduras varias.
Han pasado meses
de trabajo “fino”, lo único que he ganado es musculatura, casi me tienen que
declarar "arma letal" el cambio significativo es que dejé los
sándwich por los bocadillos mas consistentes.
El trabajo en
ese departamento era de los más duros de la factoría (lo sé porque pasé por
todos ellos).
¡Cuantos
recuerdos atesoro de entonces!
Es curiosa la
memoria del hombre, incluso las penalidades se subliman con el tiempo, lo que
ayer nos espantaba, hoy nos arranca una sonrisa.
Lo que sí saqué
son (además de músculo) enseñanzas de vida, para una vida que acababa de
empezar, que partía de una mente virgen que se iba a forjar en aquellos
momentos.
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