Testimonio de un minimalista
Comencé con el minimalismo como una venganza contra el
sistema que me descartaba del sistema productivo y de consumo.
Aunque era una reacción humanamente comprensible, no
era buena para mi espíritu y desarrollo como ser humano, pues era un
sentimiento de venganza.
Sí eran buenas sin embargo las acciones emprendidas:
la austeridad implementada por ejemplo.
Trajo orden en el caos del día a día, ajustó las
necesidades a las reales y me liberó de las cadenas de necesidades falsas,
implantadas por otros intereses ajenos a mi felicidad.
El uso de técnicas de reciclado obligado, hizo que
creciera en el poder de la reflexión y de la inventiva.
Analicé, comparé y busqué en libros y escritos
antiguos, experiencias similares, y en todos los tiempos las cadenas eran
similares y las consecuencias parecidas.
No son un error de ahora, es un error sin tiempo
definido, es viejo como el hombre mismo.
No hemos cambiado nada, solo lo hemos modernizado
algo, y al cometer las mismas acciones, obtenemos los mismos resultados.
He sido testigo del amor entre tres amigos, se reúnen
y se intercambian regalos (los tres cumplen años en el mismo mes) la escena es
de lo más entrañable, intercambio de presentes y de abrazos.
Nada que objetar, es bueno y agradable el evento, pero
lo curioso es el pensamiento que me suscitó la escena.
Yo, que no estaba implicado y era solo un observador,
cuando observé los regalos (dos libros de gran presencia por su encuadernación,
no conozco el contenido y no puedo valorar eso, y una magnífica foto en blanco
y negro, enmarcada) me vino un
pensamiento, en una rápida imagen vi como se trocaban los regalos en sendos grilletes pulidos y con
arabescos de adorno, pero grilletes, cadenas que arrastrarían toda la vida.
Cuando pasen años, esos regalos estarán ahí, ocupando
un espacio, sin ninguna posibilidad de deshacerse de ellos sin daño, en las
frecuentes migraciones que éstos tres amigos harán previsiblemente en el
futuro, esos regalos manifestarán toda “su presencia”.
Cada regalo que aceptamos, es un hilo que te sujeta
como las finísimas cuerdas con que ataban a Gulliver en el país de los enanos, una sola la puedes
romper, muchas te inmovilizan.
Entre otras consideraciones, ésta es una por la que he
roto personalmente con los regalos físicos, mi experiencia (ya contada otras veces
aquí) con las cadenas físicas que arrastro, es el motivo de mi radical y no
siempre completamente entendida, aunque sí aceptada, pues el quedar liberados
de hacer gastos tranquiliza mucho y anima a “comprender” al prójimo.
Sé de personas que han adoptado un sistema
alternativo, curioso aunque algo complejo: “El regalo regalado a su vez”.
Esto consiste (sin complejo ninguno, aunque
manteniendo el secreto entre implicados) en regalar esa “cadena de regalo” a
otro, con lo cual te desprendes de ella y quedas bien con otro.
Pero hay un pero, si por casualidad te pillan, estás
perdido.
También puedes hacer como la persona que me inspiró:
“Es que en ese momento estaba pasando
por unos momentos terribles de penuria económica, ¡No sabes cuanto me dolió desprenderme
de tu regalo!
Excelente entrada Alberto, me ha llegado al alma. Gracias por compartir, un gran abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario amigo mío, me encanta escribir algo que llegue a alguien en lo más profundo y que sea en positivo.
EliminarUn abrazote fraternal
Quise decir "amiga mía" las prisas de internet... :))
EliminarPuede pasar, jejeje. Un abrazo Alberto.
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