Contrastes.
Como ya me es habitual, la vida me enseña con ejemplos
la filosofía del vivir. Hoy circulando
por Madrid he recibido otra lección de ejemplos de vida dada por un animal, un “peludo”
de cuatro patas y de aspecto fiero –de raza boxer- y un padre en la 4ª década
de su vida, -guía de su retoño – que iban ambos en sendas bicicletas.
Comienzo por la del padre “guía”:
Circulo por una avenida casi desierta de cuatro
carriles (dos para cada dirección), me aproximo a un paso de peatones (“cebra”) y observo que por la acera de la
izquierda van dos ciclistas (el padre y su retoño), no parece que nada indique
que vayan a cambiar de dirección, cuando repentinamente se lanzan a cruzar el
paso de peatones sin poner pié a tierra como es preceptivo –puesto que si van
montados son un vehículo, mientras que si van a pié son peatones- justo en ese momento comienzo a cruzar a reducida
velocidad el paso en el tercer carril de
distancia de ellos, cuando soy amonestado con gestos por el padre “guía”,
mientras que le replico que no conocen el código de la circulación, -es toda la
interacción que mantenemos- yo sigo la marcha y ellos siguen cruzando el paso
de peatones sin apearse de la bicicleta.
¿Qué destaco de esta historia?
-Que el padre “guía” es un irresponsable, como “guía”
de su retoño está más obligado a dar ejemplo de civismo, de buen conducirse y
de saber observar el código de la circulación que está para cumplirlo (aún con
las imperfecciones que tenga) por el bien común.
¿Qué ejemplo y enseñanza habrá sacado su hijo
adolescente de su comportamiento? Cuando ese adolescente quiera sacarse el permiso de conducción, observará que el que fue
su guía, estaba completamente equivocado, y puede que piense ¿En cuántas cosas más,
estará equivocado? Si más adelante lo respeta menos, quizá se deba a los malos
ejemplos dados.
Después de este hecho, sigo mi ruta prevista y llego a
otro paso de peatones –éste regulado por semáforo- está en ámbar intermitente
para los vehículos, y empiezan a cruzar dos mujeres jóvenes con sus mascotas,
una es un pequeño y cachazudo “peludo” y el otro el boxer.
Las mujeres siguen muy animadas en su conversación sin
prestar excesiva atención a las mascotas que van sueltas, cuando van por la
mitad de la calzada, el semáforo se pone verde para los vehículos, ellas siguen
a lo suyo, el boxer se apresura a cruzar, pero mira para atrás y ve que el “cachazudo”
perrillo sigue cruzando lentamente, y es cuando el boxer, preocupado por la
seguridad del pequeño, se vuelve para darle escolta mientras no aparta su
mirada de mi vehículo.
Yo permanezco a la espera de que terminen de cruzar
las mascotas, sin meterles prisa, con calma, mientras observo la escena y el
contraste que se me ofrece.
Una de las mujeres se da cuenta, y me da las gracias
de palabra, la sonrío y sigo mi camino pensando que hoy un ser vivo
supuestamente irracional es el único que ha sabido comportarse civilizadamente.
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