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De lo que aconteció a Avalon hace 10 años



Diez años atrás…
He tenido que suspender la actividad de mi empresa por falta de negocio, la competencia con las grandes compañías y sus enormes medios económicos de financiación y su política de quemar nichos de mercado para eliminar la competencia de “advenedizos” según nos etiquetaban a los free lances ha podido conmigo, ya no tengo rentabilidad suficiente para mantenerme en el mismo nivel de vida, y antes de generar deudas con proveedores y bancos, decido suspender actividad y buscarme el sustento por cuenta ajena…
Nuestra mayor petrolera necesita los servicios de la Siemens para construir un centro de transformación eléctrico, a la que contrata su ejecución. Ésta a su vez contrata a una pequeña empresa de aparellaje eléctrico que aportará mano de obra cualificada dirigida por ingenieros y jefes de obra de Siemens.
Esta pequeña empresa, tiene un problema puntual con sus plantillas que están ocupadas en otro proyecto con otra empresa, y en los 30 días siguientes no puede disponer de un oficial de 1ª especializado en montaje… Para lo que acude a una empresa de trabajo temporal (ETT).
En éstas que entro yo en el mundo laboral de las ETT, mi necesidad de cubrir pagos (hipoteca, gastos corrientes e impuestos) me hacen candidato a cualquier cosa.
En la ETT me dicen que le ha entrado una requisitoria urgente, que está muy bien pagada, que es para un mínimo de 30 días y un máximo de 40 días, y el salario es bueno… La categoría es para electricista montador de alta tensión.
En el currículo que entrego en la ETT consta esa especialización mía… la dejé por ser muy peligrosa y soportar una enorme tensión de trabajo. Ante mi necesidad, el buen salario y que me indican que sería montaje sin tensión eléctrica… acepto esa oferta de trabajo urgente.
En un tórrido día de agosto en las afueras de Madrid, me presento en el sitio indicado con mi vehículo a la hora mencionada, no llega nadie, espero en el coche con la radio encendida mientras observo el gigantesco cofre de cemento encofrado que forma la nave donde presumiblemente montaremos el centro de transformación y maniobra de la petrolera española.
Una hora y media más tarde, se aproximan desde el control de seguridad dos vehículos, descienden cuatro personas a las que después de observarlas un momento, me dirijo al de mayor edad y que parece llevar la voz cantante…
Pregunto por el señor León (al que me dijeron que me debía de presentar)
Soy yo, -me responde un tipo de 59 años cano de pelo y con un gran bigote blanco-
Mire vengo de la empresa de aparellaje…
-No me deja terminar, a bueno esperaba tres más, pero… sígame (me ordena de manera imperiosa, cruzo una mirada interrogadora a las otras personas, que levantan los hombros en una señal de incomprensión)
Mientras el tal León deja sus cosas en un rincón de la nave, que efectivamente era el gigantesco cofre de cemento que antes había estado observando, los demás trabajadores nos presentamos entre nosotros, son todos de plantilla de la empresa de aparellaje eléctrico menos el tal León que es de Siemens (jefe de obra). Me comentan que solo vendrá otro (un oficial de 1ª y un peón de obra, pero que están terminando en otra empresa y cuando acaben vendrán).
El cofre de cemento está completamente vacío, solo unos enormes huecos rectangulares que cubren dos tercios de la nave que están encima de una planta subterránea…
Nos reúne y empieza por presentarse como el jefe de obra de Siemens y que nuestra misión consistirá en montar unas máquinas (de ese modo las denominaba) bajo su dirección, y ya nos iría diciendo como se montaban y de qué manera.
Cuando llega mi turno, digo: - Me llamo Alberto…
A partir de ahora usted se llamará Jaime.
¿Si me llamo Alberto, cómo me va a llamar Jaime?
Yo a todos los peones les llamo Jaime, ustedes los peones son todos Jaimes, así que o se llama Jaime o se va por donde ha venido…
(Pienso en la hipoteca que me vence ese mes, los impuestos, el seguro obligatorio y los gastos corrientes para mantener mi hogar…
Y que me vendrán muy bien esos 2750 € que me van a dar por un mes… y si el precio es que este desaprensivo esclavista quiere bautizarme como Jaime, que lo haga… ya recibirá su merecido)
Comienzan a llegar al exterior unos camiones tractores con unos remolques de tres ejes que transportan dos grandes cajas de madera…
Son las 12 horas solares del mes de agosto en España, treinta grados centígrados abrasadores… y subiendo.
En tiempos de mi trabajo en la industria contaminante, sufrí una contaminación de dioxinas que me produjo una fotoalergia severa, fotoalergia que en la actualidad tengo controlada en su mayor efecto, pero que en esa época no estaba tan controlada y me obligaba a tomar medidas (cremas barrera para la radiación solar, equipamiento de ropa y otros medios que impidieran la excesiva exposición a la luz solar) por ello mismo en mi vehículo portaba mi equipo personal de protección. Sumando a las botas de seguridad, los guantes y el casco preceptivo dotado por la empresa de aparellaje (con gran dolor del tacaño empresario que era obligado por la Siemens a cumplir unas mínimas normas de seguridad) mi propio de mono integral e ignífugo…
Cuando me presento en los camiones con mi equipo, León (jefe de obras) está con una gorra de béisbol un chaleco sin mangas, unas deportivas y gafas de sol…
Se pasma al verme tan equipado y me suelta: “Joder, me da calor solo verte… ¡quítate eso hombre, que te va a dar algo!”
No le explico que necesito ese equipo, y hago oídos sordos a sus destemplanzas… y me dedico a lo mío.
Bajo sus órdenes, vamos desembalando las máquinas sin bajarlas de las plataformas, una vez desembaladas por completo, soltamos los agarres mecánicos y con el auxilio de una gran grúa de 40 Tm vamos dejando una a una la decena de máquinas que sucesivos tractores en caravana nos dejan.
Procedemos a introducirlas en el Bunkers deslizándolas sobre rodillos de acero macizo y posicionándolas sobre unos perfiles de acero que enmarcaban los fosos.
La maniobra tenía que ser de una gran precisión y suavidad en su ejecución, pues un solo error, y debido a las medidas de encaje se corría el peligro ciertísimo de hacer caer por el foso, de 15 metros de profundidad la máquina de 15.000 kilos de peso y de un valor material muy cuantioso.
Los perfiles de acero sobre los que resbalaría la máquina los engrasaba con grasa consistente para que se deslizara suave, mientras con unas poleas de acero realizábamos la tracción de la misma hasta su posición final…
Una vez posicionadas en su sitio, las máquinas (eran unos enormes transformadores y disyuntores) había que conexionarlas entre si.
Al ser transformadores y disyuntores con un dieléctrico gaseoso, su ensamble tenía que ser perfecto y estanco, todos tornillos y las herramientas llaves de distinta medida… se tenían que realizar en una posición muy incómoda y dolorosa.
Me dispongo armado de la preceptiva llave acodada de estrella del nº 13 a comenzar el ensamble, cuando la voz imperiosa del jefe de obra León, me detiene en el intento, me ordena bajar de mi incómoda cabalgadura de acero y me espeta: - ¡Para ti Jaime tengo otras ocupaciones!
Me lleva a un lado de la nave, donde hay un bidón de alcohol y un ingente montón de trapos de algodón.
- Con esos trapos y el alcohol tienes que lavar la grasa de las tapas de las cajas de conexión y colocándolas en un sitio limpio, las darás cuando te las pidan…
Claramente este estúpido esclavista, me ha tomado por un peón (a los que desprecia) y me da trabajo de peón.
Estoy a punto de saltar y decirle que su estupidez es enorme pues está dando un trabajo de peón a un oficial cualificado… pero pienso que su soberbia debe de tener ya un coste…
El trabajo de peón es bastante cómodo, sin responsabilidad y me van a pagar como oficial… y yo soy muy obediente con mi mando natural: el Señor León, a la sazón jefe de obra de Siemens… el que en su sabiduría extrema y omnipotente ha decidido bautizarme Jaime.
El trabajo sigue… yo de peón y como no estoy de oficial, León suple mi puesto cabalgando mi “caballo de acero” conexionando máquinas y pillándose los dedos de vez en cuando.
Por efectos del alcohol, comienzo a cambiar la piel de la mano, por lo que tengo que comprarme de mi bolsillo guantes desechables de pvc.
Una hermosa mañana, León contento con la producción me ordena vaya al la estación de ferrocarril cercana y compre bebidas alcohólicas (cerveza) para tomar un respiro…
Yo no me compro nada (tomo en el bar una cola) y paso por seguridad con las cervezas frías en el maletero del coche.
Se ponen León y los demás a beberse las cervezas de tercio en animado corrillo, menos yo que sigo en un aparte limpiando tapas… Soy el único vestido con mono, casco, botas y guantes…
Los demás a imitación del genio de León, visten de manera deportiva y a tenor al calor de agosto.
De improviso, veo que aparecen en el Bunkers un grupo de trajeados personajes cubiertos de casco y chalecos identificativos…
Son ingenieros de Siemens en visita de inspección…
El único debidamente vestido de seguridad es el “peón” Jaime (así fui presentado), mientras la bronca pública que le cayó al jefe de obra León fue prodigiosa (y muy satisfactoria a mi parecer) le pillaron sin trabajar, bebiendo bebidas alcohólicas, sin protecciones reglamentarias (botas, mono y cascos) y al parecer el ritmo de trabajo no era el requerido, dándole la expresa orden de terminar el trabajo en 21 días…
De nada valieron las excusas del esclavista León, tuvimos que realizar horas extra hasta que agotó el presupuesto.
Agotado el presupuesto (fui testigo de la conversación por teléfono del esclavista León con su amo) tubo que ponerse a trabajar él puesto que no había posibilidad de ampliar plantilla, y el que había de venir ya no vendría…
Estando atornillando el esclavista León, y necesitando una llave, sin que la pidiera, le alargo la que necesitaba…
Airado me dice que cuando lo pida se la dé, no antes de que la pida.
Pero usted necesita la acodada de estrella de 13 ¿no?
Por supuesto, pero para pensar estoy yo… usted solo para obedecer cuando grite…
¡Jaime la llave de estrella acodada de 13!
Usted me la trae…
Al día siguiente me comunica que ha dado la orden a mi empresa de que prescinde de mis servicios.
Me presento en la empresa, me dan el salario con su finiquito, entrego el casco y me dirijo a coger mis cosas al Bunkers…
Llego a media mañana, León embutido en su casco y su mono, se afana apretando tornillos…
Recojo mis pertenencias, me despido de los compañeros y me dirijo al jefe León…
Me voy Señor León, espero que le cunda el trabajo, le digo, ¡Ah una cosa antes de irme…!
Me llamo Alberto, y soy el oficial de 1ª especialista que usted reclamaba… no Jaime, y con una sonrisa socarrona arranco el vehículo dejando tras de mí a un grupo con la boca abierta…
Resultado, 22 días de trabajo (con horas extra) y 3.000 € en el bolsillo.

Comentarios

  1. La pura realidad, yo he vivido cosas parecidas.

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  2. ¿Que fue del señor León?
    Sería muy interesante un seguimiento.

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  3. Hola, Alberto. Soy Jose Luis. Espero que te encuentres bien. Aunque ya me la habías contado personalmente, me ha encantado leerlo, por cierto tiene una narrativa buenísima. Como ya comentamos en nuestro último encuentro pronto nos veremos, y si es posible intentaremos contactar con Juaquín Molinero. Un abrazo de un amigo.

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  4. Estimado amigo José Luis, mi salud y ánimo son excelentes, me satisface que te haya gustad y te anime a seguir leyéndome, he aprendido mucho en el arte de escribir (la constancia y la práctica ayudan mucho).
    Espero con ansiedad el poder volver juntos los amigos y entrarle a alguna fritura con cervezas que es un placer el compartirla con buenos amigos y mejores personas, respecto a lo de Molinero sería una gozada…
    Un cordial abrazo

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