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Comenzamos una nueva década…




Yo voy a por la sexta década, ¡He llegado, y lo que me ha costado caramba!
Abro la nueva agenda donde apunto cosas por hacer, ante mí 365 hojas en blanco por llenar…
Doy un sorbo al café con leche y doy una calada al cigarro puro… Entre las volutas de humo, como si fuese una pantalla de cine se me aparecen recuerdos e imágenes, son de hace 40 años atrás –tenía 19 años- trabajo en una gran factoría multidisciplinar del sector del metal y dedicada a la telecomunicación… empecé en esa gran compañía multinacional de los EEUU en los escalones más bajos.
Las imágenes son de aquella época y RRHH me pone a disposición del taller de forja.
Fragua
Hay una baja que cubrir en la fragua, me llaman a la mesa del jefe, para comunicarme que para mañana a primera hora me tengo que presentar al jefe de mantenimiento para mi nuevo trabajo…
Me presento en mantenimiento a las 7.30 de la mañana... me mandan directamente a la fragua y que me presente al oficial en plaza, otro personaje de película...peto azul, camisa a juego y delantal de cuero crudo, nada más presentarme me asigna el trabajo inmediato con el tratamiento de "niño"; -empieza a molestarme tanto paternalismo-
El trabajo consistía en aguzar punteros de martillos neumáticos romos por el uso.
Tenía que calentar el puntero en una forja y cuando estuviera al rojo vivo, golpear la punta con un martillo ó mazo hasta aguzarlo con cuatro caras (piramidal de cuatro caras).
Le interrogo sobre el método para averiguar cuando el hierro está al rojo vivo...
-Escupe, si el escupitajo se vaporiza está al rojo vivo, si por el contrario solo hierve, le falta calor.
El aguzar el hierro es cosa difícil para un neófito...arte en el que el oficial me adiestraba aplicándome una "colleja" ó manotazo en el cerebelo, nuca, occipital o lo que mejor le viniera, sin predilección por ninguna parte en concreto, acompañando el gesto de un variado repertorio de insultos...era asombroso el caudal de "voces" diferentes de la que hacía gala.
Al cuarto día de trabajo fino ya lograba sujetar el puntero caliente con una tenaza de forja con una mano y golpear con cierto éxito la punta...
Con que regocijo recuerdo que recibía la hora del bocadillo...
Nos juntábamos cuatro ó cinco personas...previamente me habían hecho comprar algunas viandas...chorizos, panceta, pan etc... Que eran asadas naturalmente en la forja en unas bandejas al efecto.
Dos semanas mas adelante seguía con el aguzado y con los "consejos" de aquel bestia...tras un nuevo golpe en la cabeza, me vuelvo con el puntero cogido con la tenaza y con la punta al rojo vivo, y le comento por dónde se lo voy a meter si recibo un nuevo golpe...siendo tan convincente mi comentario que decide prescindir de mi colaboración al día siguiente.
……………………………………
Después de mi traslado, nuevamente vuelvo al taller de chapistería donde ejercía de peón chapistero…
Me asalta otro episodio de “educación social” a cargo de otro energúmeno… Y ya me estaba hartando…
El "Sietemesino"
Le llamaban el "Sietemesino", 1.90 de altura, 120 kilos de peso y 25 gramos de cerebro conformaban la humanidad del "Sietemesino", individuo de unas bromas pesadas y comportamientos mafiosos...la tomó con mi persona, y cada vez que pasaba por mi lado, me soltaba unos sopapos en el cogote que me hacían perder el equilibrio...Jo...Jo...Jooo..., (se iba riendo)...yo le debía de parecer muy cómico intentando recuperar el equilibrio para no caer al suelo.
En una de éstas, estando batiendo con un martillo unas pletinas, pasó por mi espalda, golpeó mi cogote y se retiró riéndose... el golpe fue de tal magnitud que di con la cabeza en el yunque, produciéndome un chichón como un huevo, cuando me recuperé un poco, todavía tuve tiempo de alcanzar al "Sietemesino" que aún reía, y con el martillo de tres kilos, sin avisar, le golpeé con saña en toda la "cruz" haciendo que aquella mole doblara las piernas y cayera de hinojos...
Con el martillo de tres kilos levantado sobre su cabeza, me disponía a asestar el golpe de gracia sobre su reducido cerebro, cuando mi brazo fue agarrado por los compañeros, evitando que eliminara a aquella inmundicia...
Desde aquel momento dejé de ser objeto de su atención.
Meses después el "Sietemesino" dedicó su atención a otro joven compañero...le aplastó las piernas con una máquina transportadora contra una columna... a otro lo quemó con un soplete de acetileno... Bromas de aquel individuo al que nadie, excepto yo, le paró los pies.

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