Proselitismo y marketing
Todos
hemos mostrado en algún momento de nuestra vida un afán: “hacer proselitismo”,
y lo solemos hacer -además de otras formas- por medio de ponernos una escarapela,
un lazo e incluso una pegatina.
El dar
testimonio públicamente -por ese medio- funciona, pero tiene unos
efectos colaterales perversos: al ser una imagen de lo que publicitamos
nosotros mismos conlleva una tremenda responsabilidad nuestra para con lo publicitado; -algo ya
publiqué hace algún tiempo- en Símbolos y sentimientos
En ese post
argumentaba entre otras cosas:
Mi reflexión va en el sentimiento de un símbolo en lo
personal y colectivo que lo manifieste públicamente y las servidumbres y grandezas que conllevan este hecho de manifestarlos con
gran publicidad.
El soldado: sabemos que es militar por los símbolos
que porta y que le obligan…
De tal forma le
obligan, que toda acción reprobable que haga vestido con los símbolos
militares, tendrán el agravante de deshonrar el uniforme.
El religioso: (de cualquier religión) que se comporte
de forma reprobable vestido con los símbolos religiosos, no solo estará
faltando a sus creencias, sino mancillando esa misma religión.
El ser
humano, en nuestra debilidad carnal, no somos coherentes con nuestra
espiritualidad, pues hacemos lo que
odiamos y decimos lo que amamos.
-No
siempre afortunadamente- pero las veces que lo hacemos, si portamos un símbolo
en “nuestra personal campaña de proselitismo”, añadimos un delito más al
cometido, que es el de escándalo público, y seremos culpables de que por
nuestra incoherencia de comportamiento
nuestro símbolo publicitado sea causa de desmerecimiento y desprecio.
Por ese
motivo, yo mismo me resisto a portar encima de mi persona ningún símbolo, no
sea que mi comportamiento lo mancille por ser causa de escándalo.
¿Es
necesario que ilustre con enlaces web, fotos etc, sobre lo que
digo?
Creo que
no, solo con entrar en twitter ya encuentras suficiente información de
incoherencias sobre esto mismo, solo hay que mirarlo “sin orejeras sectarias”.
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