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Re edición de Maximalismo versus minimalismo


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Siempre es interesante conocer el antes y el después y conocer los efectos son un privilegio, algo que solo la experimentación puede hacer y esto tarda años si la vida te lo permite, que no es siempre.

Ya os hablado de que la vida es una película que solo la ves entera cuando ya estás en el final, pero en esta entrada podemos ver un "corto" de la película de mi vida, es un "corto" bastante esclarecedor, obviamente no es el final, aunque ahora estoy en la prórroga vital de mi vida, pero nos podemos hacer una idea.

Ya os dejo leer la entrada re editada para que apreciéis los matices de lo que cuento.




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Hace casi dos décadas, yo practicaba el maximalismo, que es lo contrario del minimalismo, me voy a explicar:

Tenía una vida común, un trabajo de obrero cualificado, un sueldo en la media y una vida social bastante gris (o al menos de ese modo lo sentía).

Cierto era que mi aspecto de sindicalista activo y activista me permitía dedicar mis energías a un propósito bueno para el conjunto de personas que me eran cercanas, pero algo echaba de menos, tener una mujer para solazarnos juntos, aunque ello me conllevara “algunas cadenas” añadidas, que daba por inevitables.

Por aquel entonces, todo lo miraba con ojos del mundo, mis ansias estaban sujetas a las pasiones del mundo. Todo me era lícito y conveniente, sin medida, pero eso no quería decir que lo consiguiera, mis pasiones, al no cumplirse, se trocaron en frustraciones.

Mi estado de ánimo era el de una constante ansiedad, por disfrutar, por tener más…

Ideé un plan, lo puse en práctica y funcionó.

Todo legal, me reportó el dinero preciso para reinventarme la vida que quería, que había deseado.
Me vi transportado al estatus que soñé, mujer para tener sexo en exclusiva, perros, casa, jardín, coches y ser propietario de dos empresas para dirigir y ganar dinero.

Todo en tiempo récord, por medio de la bolsa USA tripliqué el capital inicial en tres años, disponiendo de dinero para mi proyecto de vida.

Mi vida se aceleró de tal modo, que viví tres décadas en una, curiosamente fue proporcional el crecimiento de mi capital con la aceleración de la vida, triplicación del capital y triplicación del ritmo.

Viví en esos años, lo que otros tardan décadas: sexo, excesos, hijos y nietos.

Eso en cuanto a la vida familiar, en el aspecto de los negocios: creación de dos empresas, desarrollo, ganar subvenciones, alcanzar punta de ganancias, bajadas por crisis, caída en picado y tener que subcontratarte, hasta cerrar sin pérdidas y ordenadamente, pasando de empleado a director gerente y a socio liquidador al final.

Me levantaba de la cama a la 04:30 de la madrugada y me acostaba a las 0:00 de la noche. Si el día hubiera tenido 48 horas, todavía me hubiera faltado tiempo.

En las horas más bajas, cumpliéndose el refrán español: “Al perro flaco, todo se le vuelven pulgas”, recibo la llamada de un financiero de banco, en el que me dice que estoy considerado un elemento de riesgo.

Le respondo: “¿Usted cree de verdad que necesito que me lo diga? Deme una solución, pero no me diga lo que ya sé”.

Me hice una pregunta: ¿Todo esto para qué?

Si tuviéramos un medidor de felicidad, hubiera marcado “bajo cero”.

Toda esta situación tuvo “efectos colaterales lógicos” y esperables, en salud y en convivencia.

Nuevamente me pongo a la tarea de “reinventarme”.

Siempre es preciso realizar un análisis certero sin auto engañarnos para un buen diagnóstico.

Listé para visualizarlo mejor en su conjunto, todas las actividades de mi agenda:

Compromisos de negocios.

Compromisos de familia (colegios, fútbol y actividades diversas).

Compromisos de vivienda (era el presidente de la asociación de vecinos).

Compromiso de adopciones (Era adoptador de una aldea del tercer mundo).

Compromiso de mantenimiento del hogar (ante la falta de medios económicos, asumí esa tarea también).

Compromisos financieros (pagos de 8 créditos abiertos).

Tuve que emplear grandes esfuerzos mentales y físicos para cerrar todos esos frentes abiertos, me sentía como el más miserable de los humanos.
Os ahorro la “película”, baste decir que HOY, que tengo solo lo mínimo, me considero en paz conmigo mismo.

RENUNCIA, es el quid de la cuestión.
¿A que estamos dispuestos a renunciar? Contestando a esa pregunta, tendrás la respuesta.

Ahora he pasado a un estadio superior, he renunciado a mirar con los ojos del mundo, ahora miro con los ojos del Espíritu.

Antes solo decidía lo que más me agradaba o creía que me produciría más placer, ahora solo miro hacer lo que más le plazca a Dios.
Ahora puedo decir muy alto: “SOY MUY FELIZ”

¿Quiere decir esto que me he salido del mundo?

¡En absoluto!

Estoy caminando en el mundo, pero ahora miro con los ojos del Espíritu, en vez de los del mundo, esa es la diferencia, y te aseguro que funciona.

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