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Contrastes II

 Contrastes

Bajo por San Mariano donde veo un contenedor de obra donde unos operarios están echando los restos de un piso que van a reformar, curioseo el contenido (soy un viejo cotilla) y noto que el contenido corresponde a una casa cuidada con cariño, que por el aspecto del mobiliario corresponde a finales del año 90 del pasado siglo, (yo en el pasado dispuse de esos mismos sanitarios y muebles de baño con sus focos direccionales a ambos lados (creo que aún están en uso).

Lo están tirando todo, sin misericordia, hasta los cajones con su contenido.

Miro un cajón curioso, observo que son una cápsula de tiempo, yo aún tengo ancladas en mi existencia algo de eso que no me he podido desprender (ya que no me estorba) pero que es el clásico “por si algún día me vale”, que van desde un trozo de cuerda pasando por diversos tornillos sueltos con roscas extrañas o inusuales.


La conclusión es que esas pertenencias eran de alguien que ha sido apartado de la vida por cualquier vicisitud de las que a todos nos acechan, que posiblemente sean de una persona mayor sin arraigo familiar. La finca es de un piso que era novedad en 1960 posiblemente, y la habitó un proyecto de vida, que visto ese contenedor visualicé una cápsula de tiempo que como una fotografía potente o un fuerte olor, me ha despertado recuerdos y reflexiones, tan fuertes que me he tenido que sentar en un banco para tomar algunas notas al respecto.


Ayer, como buen vecino auxilié a un vecino que tenía problemas eléctricos, y le diagnostiqué la avería en su local (fui entre otras cosas electricista y eso nunca se olvida), para lo cual tuve que entrar  en el local (un local al que entraba un anciano artesano, con su cachaba y que siempre dejaba unas migas de pan en la puerta de su taller). Yo siempre le saludaba, me interesaba por su salud y charlaba con él de algo siempre trivial, vivía y era alimentado por una hija al parecer…

Pasado el tiempo de no verle, noto ruido en el tabique contiguo y me acerco a mirar, veo a unos adultos que trastean las cerraduras y aprovecho para interesarme  “por el abuelo” (así le llamé), me responden que estaba bien, que había tenido una caída y que estaba en casa…

Ya es costumbre que cada vez que veo a alguien de su familia me interese, me dicen que está en una silla de ruedas en una residencia de la sierra.


Ayer cuando ayudé al familiar del anciano conocido, tuve la oportunidad de conocer el lugar dónde se refugiaba en los últimos tiempos, era otra cápsula de tiempo de una vida periclitada, máquinas paradas, llenas de polvo de años, malas instalaciones y un caos total de cosas sin ordenar, todas restos de una rica actividad vital que como una tumba gritaban desde su silencio y empolvada existencia. 

A ese local, que fue su vida, donde no hacía nada (ni siquiera limpiar), a mi me decía que estaba haciendo un encargo, claramente mentía, pero era su derecho y yo lo respetaba.

Regresé a mi cubil con el pensamiento a toda pastilla sobre lo que es la existencia a la que los humanos nos aferramos.


 


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